domingo, 6 de septiembre de 2009

Ventanas.

A mi me gusta asomarme y mirar por esa ventana, ver a la gente pasar, sus acciones, como se desenvuelven, como reaccionan a los estímulos de la ciudad, solos, acompañados, con el perro atado a la mano, comiendo un helado de agua; ver los autos, la velocidad, los colores del semáforo, alguna imprudencia quizás. Cada vez que voy a esa casa y entro a ese cuarto, me subo a la cama y paso algún minuto en la ventana. Apoyo mis brazos y saco mi cabeza, la desplazo de mi cuerpo buscando alguna nube donde descansar. De día pega el sol con intermitencias, de noche una brisa fresca acompaña el sueño. Desde que la vi incluida en esa pared, hay algo de ella que me atrapa, que me llama la atención. La posibilidad latente, el riesgo inminente, oportunidades varias, quizás me recuerda a alguna que otra alma en pena, que historia esconderá, la pregunta más frecuente. Cuando está cerrada, parece impenetrable, hermética, te mantienen a salvo, te protegen del mundo, en cambio cuando permanece abierta, dejan al aire un espacio para traspasarte, a veces te lastima y duele, pero te permiten sentir. La gente mediocre, indecisa, gente con miedo, prefieren las ventanas entreabiertas, se dejan, pero no, no del todo, solo un poco, cuando tienen ganas. Simple pero compleja clasificación, así son las almas, así son las ventanas del alma.

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